miércoles, 23 de enero de 2013

Versos acrósticos con mi nombre 2012-2013

Los alumnos de 1º de la ESO han escrito estos bonitos versos acrósticos con su nombre:

Aunque hace muchos días que no te veo
me muero por ver tu cara y escuchar tu voz...
¡Amar, sentir, querer...son todas mis expresiones hacia ti!
Retrocedo en el tiempo, para recordar nuestros momentos:
ahí estabas tú, ahí estaba yo, a tu lado, mi amor...
(Amara Alós Navajas, 1º ESO D)

Siento que me duele.
Algo me dice que te quiero.
Rara es la vez que en ti no piense.
Ahora, dime: sin ti, ¿qué haré?
(Sara Ruiz Jiménez, 1º ESO D)


Atardecer de otoño:
no veía nada,
al oscurecer la tarde alada...
(Ana Mayer Arias, 1º ESO C)

Iré contigo hacia el infinito...
Rezo para que este amor  nunca termine.
Espero tenerte siempre a mi lado.
Nunca te dejaré de amar como te amo:
¡ESTOY LOCAMENTE ENAMORADA DE TI!
(Irene García Cardeñosa, 1º de ESO C)

Y se fue...
a otro lugar, lejos de aquí.
Inquieta, como una barca a la deriva
zozobraba mi vida.
¡Ay, qué dolor sin él...!
(Yaiza Reyes Lozano, 1º de ESO C)

Lucero de la mañana,
alumbra mi sendero.
Unidos caminaremos
raudos por las veredas,
abrazando al mundo entero.
(Laura Fernández Rodríguez, 1º de ESO C)

No me hables,
Óyeme, no me oigas...
Escríbeme, no me escribas...
Llámame, pero hazme sentir
importante y, sobre todo,
ámame...
(Noelia García Salido, 1º de ESO C)


Ella es como un tesoro...
Las risas, esas que nunca olvidaré...
Esos momentos que vivimos...
Nunca me olvides...
amiga.
(Elena Jurado Bravo, 1º ESO C)

miércoles, 9 de enero de 2013

Historias de Navidad


    La Navidad es una época  que provoca sensaciones muy diversas. Los alumnos de 1º de ESO han querido mostrarnos algunas de sus vivencias a través de estos textos en forma de breves relatos o  siemplemente de reflexiones:

   Sabía que en mi familia se guardaba un secreto. No sabía cuál era, pero yo soy una persona muy curiosa. Ya se acercaba la Navidad y empezamos a poner el árbol, los adornos y las guirnaldas para decorar toda la casa. Llegó el día de Nochebuena y empezamos a asar el pavo, como todos los años. Decoramos la mesa para los invitados que eran mis abuelos, mis primos y mis tíos. Cuando todos se marcharon, a las tres de la madrugada, mi familia y yo nos fuimos a dormir. Yo me acosté mientras que mis padres se ponían el pijama. Sobre las siete ay media de la mañana, oí un ruido muy extraño que venía del desván, pero no me atrevía a bajar.  Nos levantamos sobre las once de la mañana y le pregunté a mis padres si habían oído algo. Se miraron el uno al otro y dijeron
       --Ya va siendo hora de que se lo digamos. (María Hernández García, 1º de ESO D)

Unas Navidades accidentadas
       Abro los ojos muy despacio, noto un pinchazo en la rodilla. Estoy confusa, no sé que día es hoy. Me sobresalto al oír que alguien me dice:
       -- Buenas tardes, Andrea. ¿Cómo te encuentras?
       --¿Quién es usted? 
       -- Tu médico --susurró. 
       -- ¿Cómo te llamas?
       -- Francisco.
       --¿Sabes por casualidad qué día es hoy?
       --Veinticuatro de diciembre. Dentro de unas horas comenzará la Nochebuena.
       --¿Y trabajas en Nochebuena?
       --Sí, al menos este año.
       Alguien llama a la puerta. Francisco se acerca y la abre. Aparece una chica disfrazada de Papá Noel. Ella entra y Francisco sale. Nos conocemos y enseguida nos hacemos buenas amigas. Sara me pregunta por los regalos de Navidad y yo le respondo que normalmente es sorpresa. Se despide y sale. Entonces me doy cuenta de cuánta gente se pierde la Navidad por culpa de sus trabajos. (Raquel Rodríguez del Río, 1º ESO D).

       Ese día estaba nerviosa. Había comprado mi primer boleto de lotería. Ya era día 27 y solo faltaba un día para el sorteo, que no se había hecho el día 22  porque el bombo se había roto. El sorteo estaba a punto de comenzar y toda mi familia estaba mirando el televisor. Un número podía cambiarnos la Navidad y, sobre todo, la vida. Estaba desesperada. Íbamos por la cuarta tabla y el gordo no salía. Por un momento, me pareció oír unas risas, pero seguí pendiente del sorteo. ¡Por fin salió el premio, el segundo! Mis primos desaparecieron y, casualmente, mi boleto también. Al minuto, lo encontré y... ¡Mil novecientos cincuenta y uno, cuatrocientos mil euros! Quedé perpleja, observando mi boleto, y dije: 
       --¡Es mi número, he ganado! 
       Mis primos, riendo a carcajadas, dijeron:
       --¡El boleto es falso! ¡Feliz Día de los Inocentes!
       Mi madre me confesó que fue ella quien les dijo a mis primos que lo falsificaran. Por suerte, a nosotros no nos hacía falta el dinero tanto como a otras personas de este mundo.  Mi Navidad estuvo a punto de cambiar, pero me enseñaron a ver la Navidad con otros ojos. (Amara Alós Navajas, 1º ESO D). 

       Estaba en el centro de la ciudad, disfrutando de la decoración de las calles. me fijé en toda la gente, en las risas de los niños y en sus caras de entusiasmo y de felicidad. Entonces, empecé a reír, no sé por qué, supongo que de alegría... (Alicia Expósito Sánchez, 1º ESO D). 

       Aquel día me levanté como en otro cualquiera. Era Navidad. Como todas las navidades, estaba en Madrid.  Mis padres me dijeron que me arreglara: íbamos a ir al centro. Fuimos en metro. Estábamos caminando por la Puerta del Sol hacia la Plaza Mayor. Cuando me giré para observar el escaparate de una tienda, lo vi. Era un pobre hombre que sostenía a una niña pequeña en sus brazos y pedía comida. Mis padres me habían dado la paga, así que fui a la Mallorquina, una tienda de dulces muy famosa allí, cogí mi monedero y saqué 2,20 euros, compré dos napolitanas rellenas de crema y regresé al lugar donde estaba el hombre. Les di las napolitanas, les dediqué una sonrisa y salí disparada al encuentro de mis padres. Tras de mí, escuché una voz grave de hombre que me daba las gracias. Al encontrarme con mis padres, una gran sonrisa iluminaba mi cara. ¡Había ayudado a una familia a poder comer algo en unas fechas tan especiales! (Miriam Gutiérrez Montoro, 1º de ESO D). 

domingo, 6 de enero de 2013

Microrrelatos II (curso 2012-2013)

     La chica con alas
       Es una tarde ventosa, cientos de hojas revoloteaban a mi alrededor. De repente, algo choca en mi cara, lo agarro y lo retiro con fuerza. Resulta ser un extraño artículo de un extraño periódico. "La chica con alas", dice el artículo. Me extraño, pero sigo leyendo: "La asombrosa chica con alas saltó el pasado martes trece desde veintitrés metros de altura para probar que puede volar. Saltó, batió las alas, todo el mundo creyó que lo conseguía, pero empezó a tambalearse, cayó, cayó, cayó, y..." Tropiezo y el papel vuela de mis manos, no consigo saber si la niña llega a volar o se despeña. (Raquel Rodríguez del Río, 1º ESO D).

  Estaba en un lugar desconocido en el que nunca había estado. Era oscuro y frío. Estaba sola, pero decidí mantener la calma. Intentaba ver algo, pero no podía... Por mi cabeza pasaban miles de cosas, preguntas, recuerdos, respuestas que no tenían preguntas... Vencida por el miedo, empecé a gritar pidiendo ayuda, pero nadie me respondía. Entonces, comprendí que estaba sola en aquel lugar triste y oscuro... (Alicia Expósito Sánchez, 1º ESO D).


       Este era Fran, un niño normal en el tuto. Pero, cuando salía a las 14.45 era ¡Súper Fran! Se ataba un trapo mal puesto y volaba (¡no, hombre, es mentira, no volaba XD!). Un día, creyó que volaba y se tiró de un quinto piso. Por suerte, cayó en un contenedor. Se levantó y se duchó, jugó al Fifa y le tocaba salvar a una persona en un incendio, o eso creía él... pero solo era una mujer camello fumando. Le apagué el cigarro y la salvé del vicio. (Francisco Rodríguez Tena, 1º ESO D).


   Los escuché... Hablaban como de mí... ¡Todo era increíble! Fue el día que fuimos a la GRAN MANSIÓN. Era un lugar espantoso, lleno de muebles y cuadros viejos... Yo iba con mis amigos cuando algo me dijo que parara. Yo estaba muy asustada y me paré... ¡Aparecí en mi cama!
       -- Hija, ¿qué te pasa? ¿Por qué gritabas?
       Yo le dije que nada, que era una tontería. ¡Todo fue una pesadilla! (Jessica Hinojosa López, 1º ESO C).

       Me levanté a las ocho de la mañana. Era martes. Bajé a desayunar, pero mi madre no estaba. No había nadie en mi casa. Me fui al instituto como todos los días. A lo mejor mi madre había ido a alguna parte. Cuando volví del instituto tampoco había nadie: ni en la calle, ni en ningún otro lado. ¡Todo estaba desértico!
Me sentía muy sola y, de pronto, empecé a llorar. De repente, oí una voz. ¡Era la de mi madre! Todo había sido un sueño. (Yolanda Sepúlveda Merino, 1º ESO C).


      Ese día justamente no pude ir a la fiesta. Estaba en el Neder. Había todo tipo de zombis y de cripers que explotaban cuando te acercabas. Todos los bichos se me abalanzaban, pero no pudieron contra mi espada de diamante ni contra mi armadura de oro. Luego llegaron los cripers, pero con mi arco los mataba a distancia. Acabé con ellos, pero me quedé sin flechas. Me tendría que enfrentar al jefe del Neder con mi espada. Resultó que era un criper. Llegué corriendo y... me explotó en la cara. Y tristemente me tuve que gastar un euro más en la máquina del bar. (Manuel Herruzo Navajas, 1º ESO C).

       Se escuchaba algo raro en aquella ruinosa y maltrecha  iglesia. Notaba que algo le seguía y que  no estaba solo. Una leve brisa le acariciaba el cuello. Algo dentro de él le decía que no estaba solo en esa iglesia. De repente, y bajo una misteriosa sombra, apareció lo que a simple vista parecía el cuerpo de una mujer. Una bella chica. Estaba delante de sus ojos. Los cerró y, al volver a abrirlos, ya no estaba esa chica ni la iglesia. ¡Estaba confundido! (David Álvarez Perea, 1º ESO C).

       Abuela
       Acabo de hablar con ella... ¡Qué lejos está y cuánta falta me hace! Me han tenido que suceder muchas cosas para que me diese cuenta. Sabía que la quería, pero nunca llegué a imaginar que me hiciera tanta falta. Hoy, hablando con ella, saltaban las lágrimas de mis ojos y me acariciaban las mejillas. Con melancolía, con añoranza, con tristeza y con alegría, le he dicho que espere por lo menos hasta mi último viaje, como yo también lo esperaré, aunque el destino se quiera interponer y nos prive de los abrazos que tanto ansío. (Alba Alcaide Carrillo, 1º ESO C).


       Desperté en esa casa tan horrorosa. No sabía dónde estaba. Mi ropa había cambiado totalmente. Miré por una ventana llena de polvo. Era de noche. Todas las puertas empezaban a cerrarse... La escapatoria era imposible. Pensé en saltar por la ventana, pero justamente en ese momento se cerró entre mis manos. No sabía qué hacer. Se oyó un ruido de pasos por la habitación más próxima. Me escondí debajo de la cama. Se pararon en la puerta donde me encontraba y entraron. ¡Eran dos fantasmas! Cuando volví a mirar, ya no estaban y me tranquilicé. Pero al girarme, estaban de nuevo detrás de mí. Me llevé un buen susto y me desmayé. Cuando desperté estaba en un programa de televisión. ¡Me habían gastado una broma! (Alejandro Suárez-Varela Luque, 1º ESO C).

       Un día de febrero, Manolo se levantó nervioso porque iba al cumpleaños de su amigo Pablo a las seis. Su nerviosismo le hizo estar vestido a las tres. Como el tiempo se le hacía muy largo, le dijo al reloj:
        --Como no vayas más rápido, te romperé.
        Y el reloj contestó:
       -- Si me rompes, haré que el tiempo se alargue hasta una semana.
       Y Manolo, enfadado, tiró el reloj y lo rompió.
       A las cinco, llamó su amigo Pablo por teléfono para comunicarle que el cumpleaños se había suspendido una semana por el nacimiento de su prima. Al enterarse, Manolo empezó a llorar y aprendió a no ser tan impaciente. (Juan José Florido Carrasco, 1º ESO D).

       El pobre pájaro no volaba. Estaba muy triste. Su madre estaba preocupada por él. Todavía era muy pequeño, era normal que no volase, pero él se moría de la envidia al ver a sus hermanos volar y pasárselo bien entre los árboles. Pasaron unos meses y el pájaro todavía estaba dentro de su pequeño nido donde solo podía comer, beber y dormir. Un día, harto de esta injusticia, decidió tirarse a ver si sus pequeñas alas ya estaban preparadas. Sin pensárselo dos veces, se tiró. Se escuchó un fuerte golpe. Ya no había ni rastro del pájaro. De repente, oyó los trinos de su madre. ¡Todo había sido un mal sueño! (Carmen Romero Rodríguez, 1º ESO D).